22 / 11 / 2024
Cristián Castro – Corriere della Sera (Italia)
“De inmediato uno se da cuenta de que algo no cuadra: en el frente, alrededor del nombre aparece una marca x, aunque un poco desteñida, como si alguien hubiera intentado borrar la escritura que indica que aquí descansa Salvador Allende Gossens. Pero el asombro se convierte en estupor en cuanto doblamos la esquina, donde está el féretro, junto a otros miembros de la familia: la otra inscripción, «Familia Allende Bussi», ha sido tachada nítidamente en azul y sobre ella aparece la palabra «Cobarde». En el lateral, de la misma mano, se lee ‘Viva Pinochet’, aunque alguien ha sobreescrito sobre ella ‘Viva Allende’”.
Aquí, este desastre lleva tres meses así, sin que nadie en Chile diga ‘bah’, sin que ningún militante o periodista se acerque por estos lares a denunciar la destrucción. Cristián Castro García, profesor y director de la Escuela de Historia de la Universidad Diego Portales de Santiago, explica por qué ocurre esto: «En Chile hay una sociedad muy polarizada, dividida al 50% entre los herederos de la tradición de Allende y los que lamentan el régimen de Pinochet: una polarización que ni siquiera perdona a los muertos”.
El llamado “Estallido social” en definitiva, el estallido social, donde Allende, por primera vez desde el retorno a la democracia en 1989, figuraba entre los tótems de los manifestantes. Tanto es así que, tras la caída de Piñera y entre los primeros actos públicos de Gabriel Boric, estuvo el homenaje a la citada estatua. “Las cosas han cambiado en poco tiempo”, explica Castro, “para congraciarse con el centro y ampliar consensos, Boric ha sacrificado toda una serie de simbolismos, empezando por el propio Allende, incluso manteniendo en secreto las celebraciones por los 50 años del Golpe el año pasado”.
Sobre Allende: “Incluso hay quienes le impugnan desde la izquierda, porque le consideran un burgués que jugó a ser revolucionario”.